Paisajes vegetales y sus especies singulares

El carrizal

El carrizal es una densa formación vegetal que ocupa gran parte del lecho del río Vinalopó a su paso por el Pantano de Elche. Se encuentra formado primordialmente por la planta que le da su nombre, el carrizo Phragmites australis. Esta especie es una planta herbácea que alcanza hasta 4 metros de altura, capaz de extenderse sobre suelos húmedos e incluso inundados con cierta cantidad de materia orgánica. Para ello extiende de manera horizontal un tallo subterráneo llamado rizoma del que crecen yemas, las cuales dan lugar a brotes de carrizo formando el carrizal.

Paisaje vegetal del Pantano de Elche a cargo del carrizal. Foto: Pablo Perales.
Carrizal del Pantano de Elche desde el Castellar. Foto: Pablo Perales

Este rizoma se puede extender indefinidamente mientras encuentra condiciones propicias por lo que generan individuos gigantescos, que se extienden cubriendo grandes extensiones, como ocurre en el Pantano de Elche donde el carrizo llega a cubrir más de 80 ha (entre los términos de Elche y Aspe). Este taxón comparte con muy pocas plantas el espacio debido a su excepcional capacidad para cubrir todo el espacio en el suelo y restringir la luz a sus competidoras, únicamente cuando el carrizo empieza a abrirse aparecen manchas de juncal a formado por Scirpus holoschoenus y Juncus acutus intersticiales a los terrenos ocupados por vegetación de saladar. El carrizo fue descrito por el botánico valenciano Antonio José de Cavanilles, uno de los más ilustres científicos y botánicos españoles de todos los tiempos.

El carrizal supone un hábitat infranqueable que da refugio a un gran número de especies de aves. Algunas incluso han evolucionado en auténtica sincronía con el carrizal, como el carricero común Acrocephalus scirpaceus, un pequeño pájaro insectívoro de color pardo que habita exclusivamente los carrizales y que forma su nido de forma compleja y elaborada, entrelazando carrizos y tejiendo una cesta en medio mediante fibras y telarañas.

Este hábitat rebosante de vida tiene un papel crucial como corredor ecológico para la comunidad de mamíferos del Pantano de Elche, a lo largo de la práctica totalidad de su extensión. En su interior se encuentra un auténtico laberinto de caminos que frecuentan toda clase de mamíferos. Desde sendas y revolcaderos de jabalíes a pasos frecuentemente utilizados por ginetas, zorros, garduñas o comadrejas que utilizan como terrenos de campeo y cazaderos.

El Saladar

Saladar del Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales. Foto: Pablo Perales

El saladar es un tipo de ecosistema fuertemente marcado por presentar una concentración alta de sales en el suelo y habitualmente una considerable altura del nivel freático, que aflora habitualmente durante periodos lluviosos y se retira durante el estío, dejando en el suelo una característica costra formada por cristales de sal.

El origen de la salinidad en los suelos del Pantano de Elche se remonta hace menos de 6 millones de años cuando se produjo una acumulación masiva de sales en el Mediterráneo derivada de la desconexión del océano Atlántico con el mar Mediterráneo y la posterior evaporación de las aguas del Mediterráneo, creando grandes acúmulos de sales en los suelos que perduran hasta la actualidad.

Estas condiciones edáficas han propiciado la especiación de ciertas especies con grandes adaptaciones a la salinidad, las llamadas plantas halófilas, especies crecen de manera natural en suelos salinos utilizando diferentes mecanismos para tolerar o evadir las altas concentraciones de sal. Se ha clasificado la vegetación de saladar en tres tipos de ecosistemas: almarjales, estepas salinas y tarayales.

Almarjales.

Almarjal presente en el Pantano de Elche junto al Canal del Desvío. Foto: Pablo Perales.

Los almarjales son formaciones arbustivas formadas por plantas llamadas sodas, sosas o almarjos. En el Pantano de Elche este hábitat está bien representado por la sosa alacranera Sarcocornia fruticosa y la sosa jabonera Arthrocnemum macrostachyum. Ambas especies quenopodiáceas son casi idénticas, diferenciándose por su coloración, siendo sutilmente más oscura la sosa jabonera y por la estructura de sus tallos. Ambas especies han desarrollado unos mecanismos de evasión de la salinidad basados en la disminución de la superficie de sus hojas para evitar la evapotranspiración, es decir, la evaporación del agua del interior de su organismo por transpiración y en la acumulación y aislamiento de sales en sus tallos engrosados para evitar la toxicidad de la sal, tornándose estos tallos de color rojizo y desprendiéndose de ellos cuando están repletos de sal.

Estas plantas además de ser auténticas especialistas en la dura vida del saladar, también fueron un importante motor económico para la comarca del Bajo Vinalopó. Estas plantas eran utilizadas para producir el jabón de quema o barrilla, una sustancia que tenía utilidades varias como el blanqueo de los cristales de Murano y Venecia, donde se exportaban toneladas cada año.

En aquellas zonas donde el hábitat se encuentra alterado aparece la sosa fina Suaeda vera o el cenizo blanco Halimione portulacoides.

Sosa jabonera Arthrocnemum macrostachyum en floración. Foto: Pablo Perales
Sosa alacranera Sarcocornia fruticosa en floración. Foto: Latizal S.L.
Sosa alacranera Sarcocornia fruticosa con los tallos rosados por efecto de la acumulación de sales. Foto: Pablo Perales.
Detalle de Suaeda vera con tallos rosáceos por acumulación de sales. Foto: Pablo Perales.

Estepas salinas.

Esta formación vegetal abierta y de bajo porte, compuesta principalmente por el albardín, una gramínea de mediano tamaño cuyas flores forman una pequeña espiga, y las siemprevivas o saladillas, plantas caracterizadas por presentar una roseta basal verde oscuro perenne todo el año y tallos en floración con flores pequeñas de colores rosas o púrpuras generalmente. Las saladillas presentan un mecanismo para eliminar sales mediante su excreción, formando una capa de sal en la superficie de sus hojas y tallos en forma de diminutos cristales.

Estepa salina en las ramblas adyacentes al Pantano de Elche. Foto: José Carlos Antón.
Estepa salina en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales
Inflorescencia de Limonium santapolense durante su determinación en laboratorio.Foto: Pablo Perales.

El Pantano de Elche es un espacio natural donde el género Limonium se encuentra especialmente bien representado con una gran riqueza en especies, sin embargo, destacan dos especies de especial importancia: el estátice alicantino Limonium santapolense y la saladilla menor Limonium thiniense.

Detalle de la inflorescencia de Limonium furfuraceum. Foto: Pablo Perales.
Limonium sinuatum en las sierras del norte de Elche. Foto: Pablo Perales.z

Limonium santapolense es un endemismo de la provincia de Alicante, donde habita espacios arenosos con influencia costera. Se trata de una especie protegida, incluida en el Catálogo Valenciano de Especies Amenazadas como especie vigilada.

Limoniumthiniense es una especie endémica del sureste ibérico, habitante de suelos compactados con altas concentraciones de sal y cuya composición es arenosa. Se trata de un taxón raro que solamente se ha detectado de forma dispersa en la Comunidad Valenciana.

Ambas especies están protegidas e incluidas en el Catálogo Valenciano de Especies de Flora Amenazadas como especies vigiladas por la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica.

Imagen 23. Sopaenvino Limonium caesium habitante de la estepa salina del Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales

Tarayales.

Imagen 24. Imagen aérea de un tarayal en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.

El tarayal es el hábitat que forman principalmente los tarays o tarajes, especies arbóreas del género Tamarix cuyo mecanismo de evasión de sales supone la excreción de agua salada, ultra- concentrada, con un alto porcentaje en sal. El taray es un árbol formador de auténticos oasis en llanos salinos mediterráneos debido a su excepcional adaptación a la aridez y a la termicidad.

Tarayal que acompaña el curso del río Vinalopó de camino hacia la ciudad de Elche. Foto: Pablo Perales.
Detalle de floración de taray alicantino. Tamarix boveana. Foto: Latizal. S.L.

En el Pantano de Elche se conocen cuatro especies de tarajes, entre los que destacan el taray común Tamarix canariensis, al ser la especie más abundante y el taray alicantino Tamarix boveana, una especie de taray de distribución mediterránea cuyos conjuntos de flores o inflorescencias son notablemente mayores que las del resto de las especies del género.

Una formación de tarayal de excepcional relevancia es la que se encuentra aguas abajo de la presa, cuyos ejemplares presentan un porte y tamaño muy notables, dando lugar a un auténtico bosquete en cuya base se encuentra un compendio de especies típicas de ambientes salinos, entre las que destaca como principal acompañante la salsona Inula crithmoides.

Detalle de floración de taray común Tamarix canariensis. Foto: Latizal. S.L.
Salsona Inula chritmoides. Foto: Latizal S.L.

Aljezares Ilicitanos.

Algezares ilicitanos del Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.

Los aljezares están formados por un conjunto de plantas con carácter herbáceo y arbustivo de bajo porte que presentan un conjunto de adaptaciones para desarrollarse sobre suelos con alto contenido en yesos. Este tipo de hábitat se da en áreas térmicas y áridas de la Península Ibérica de manera exclusiva.

Se trata de matorrales y tomillares formados por especies leñosas con un crecimiento retardado derivado de la pobreza de nutrientes en estos suelos. Vamos a diferenciar dos tipos de vegetación de aljezares en el Pantano de Elche: los matorrales margo-yesíferos y matorrales gipsícolas.

Matorrales margo-yesíferos ibéricos.

Margas yesíferas adyacentes al Pantano de Elche. Fotografía: Pablo Perales

Se trata de un conjunto muy variado de plantas que habitan sobre margas, que presentan cierta concentración de yeso. Este tipo de material supone el hábitat de especies afines al yeso en concentraciones relativamente bajas y especies que presentan tolerancia al medio gipsícola o sobreviven en este tipo de hábitat.

Detalle de garbancillo amarillo Astragalus alopecuroides en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.
Garbancillo amarillo Astragalus alopecuroides en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.

Este característico ecosistema es el hábitat de especies como la boja amarilla o el garbancillo amarillo Astragalus alopecuroides subsp. grosii. Esta llamativa planta leguminosa de grandes inflorescencias de color amarillo es un endemismo iberoafricano escaso, con menos de 50 de ejemplares conocidos en el Pantano de Elche. En contraposición a la boja amarilla encontramos al anabasis articulata, una planta muy discreta con tallos engrosados y articulados, de bajo porte y muy abundante en el Pantano, concentrada en zonas con presencia de margas yesíferas y ocupando grandes extensiones donde presenta densidades importantes.

Anabasis articulata en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales
Detalle de frutos de Anabasis articulata en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.

Ambas especies están incluidas en el Catálogo Valenciano de Especies de Flora Amenazadas como especies vigiladas por la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica.

Otra de las especies más conocidas y llamativas de este tipo de hábitat es el cantahueso o cantueso alicantino Thymus moroderi. Esta especie es un tomillo de pequeño tamaño cuya floración primaveral es muy llamativa por presentar grandes inflorescencias en forma de trompetillas rosadas.

Es una especie muy popular dentro de la cultura ilicitana, siendo una de las plantas más codiciadas durante el jueves de la Ascensión, cuando un gran número de ilicitanos salen a las sierras y montes del Pantano a recoger plantas aromáticas para cumplir con la tradición de “Fer herbetes”.

Detalle de Cantueso alicantino Thymus moroderi en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.
Cantueso alicantino Thymus moroderi sobre margas yesíferas. Foto: Pablo Perales.

Matorrales gipsícolas.

Colina yesífera del periodo triásico presente en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales

El matorral gipsícola está formado en su mayoría por especies que requieren unas muy altas concentraciones de yeso en el suelo, capaces de vivir en grietas de rocas formadas absolutamente por yeso o suelos con concentraciones muy altas, pudiendo incluso superar el 70% de su composición.

Las plantas que habitan estos sistemas son plantas especialistas supervivientes en climas extremos, capaces de obtener los nutrientes y el agua de formas muy complejas, modificando incluso la composición mineralógica y estructural del yeso en el suelo. Este es el caso de la jara de escamillas, Helianthemum squamatum, una planta habitante del Pantano de Elche se ha descrito que estas plantas son capaces de aprovechar el agua de cristalización, alojada en el mineral de yeso durante periodos de sequía, llegando a ser el 90% del aporte de agua absorbido por la planta. Para ello son capaces de captar pasivamente el agua de calentamiento del suelo o incluso producir cambios químicos en el suelo, llegando incluso a disolver la roca.

Otras especies habitantes de los matorrales gipsícolas son la zamarrilla de yesar Teucrium libanitis, una especie endémica del sureste peninsular, la hierba de la orina Herniaria fruticosa, la reseda mayor Reseda barrelierii o el arnacho Ononis tridentata, entre otras.

Zamarrilla de yesar Teucrium libanitis. Foto: Pablo Perales.
Jara de escamillas Helianthemum squamatum. Foto: Latizal S.L.
Hierba de la orina Herniaria fruticosa. Foto: Pablo Perales.
Reseda mayor Reseda barrelierii. Foto: Pablo Perales.

Matorral Termomediterráneo.

Matorral mediterráneo disperso del Castellar. Foto: Pablo Perales.

Esta formación vegetal aparece como consecuencia de la intensa actividad humana que ha transformado los hábitats forestales que existían. El matorral termomediterráneo se encuentra muy extendido por los montes ilicitanos y presenta una gran variabilidad derivada la multitud de especies tanto arbustivas como herbáceas que lo forman. Todas estas especies tienen en común un factor de vital importancia, todas ellas están adaptadas a condiciones extremas de aridez y altas temperaturas o termicidad y para ello han evolucionado hacia estructuras y estrategias fisiológicas que les han permitido reducir la pérdida del agua en su interior, retenerla u obtenerla de maneras insospechadas.

Algunas plantas presentan tejidos muy duros, que le aportan gran impermeabilidad como tallos leñosos u hojas duras y queratinizadas, algunas incluso armadas con cubiertas pilosas. El lentisco Pistacia lentiscus, el bayón Osyris lanceolata o el palmito Chamaerops humilis son ejemplos de plantas con superficies coriáceas adaptadas a la aridez y a los largos periodos de sequía.

Colina yesífera del periodo triásico presente en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales
Detalle de lentisco Pistacia lentiscus con frutos. Foto: Pablo Perales
Bayón Osyris lanceolata en el Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales

La mayor parte de los matorrales termomediterráneos presentan hojas de pequeño tamaño para reducir la transpiración y retención superficial del agua. Algunas incluso llegan a reducirlas a escamas y convertir sus tallos en órganos fotosintéticos para realizar la fotosíntesis.

Trompetera Ephedra fragilis. Foto: Pablo Perales.

La barrilla fina Salsola genistoides o la trompetera Ephedra fragilis son ejemplos de este tipo de plantas. El caso más extremo es el de aquellas especies caducifolias, que incluso llegan a perder sus hojas durante los periodos estivales para reducir la superficie transpirable, como es el caso de la esparraguera blanca Asparagus albus.

Romero Rosmarinus officinalis en floración en la umbría de las sierras de Elche. Foto: Pablo Perales
Rabogato Sideritis leucantha. Foto: Pablo Perales

Otra interesante estrategia es la producción de aceites aromáticos cuya finalidad principal es aportar una mayor impermeabilización de su organismo, como hacen especies como el romero Rosmarinus officinalis, el rabogato Sideritis leucantha o la saldorija Satureja ovobata. Estos aceites han sido aprovechados por el hombre a lo largo de los tiempos para la elaboración de multitud de productos cosméticos, alimenticios o aromáticos, siendo un importante activo económico en el mediterráneo.

Lastonares

Lastonar de la solana de la sierra del Castellar. Foto: Pablo Perales

Los lastonares son pastos que crecen sobre suelos calcáreos, presentes en claros entre áreas con vegetación arbustiva o forestal. Se pueden encontrar en laderas de monte con pendiente media o baja entre o junto a otras formaciones vegetales, sobre bancales abandonados, sobre- pastoreados o colonizando áreas incendiadas. Se trata de un hábitat que está sujeto a una gran heterogeneidad debido a los diferentes impactos que haya podido sufrir o los hábitats que presenta alrededor.

Estos pastizales de bajo porte son el hábitat de una gran riqueza en especies gracias a la preservación de la humedad y la estabilidad de los suelos que asienta. Una de las comunidades de plantas más destacadas del lastonar son las orquídeas silvestres.

Orquídea gigante Himantoglossum robertianum del Pantano. Foto: Pablo Perales.
Orquídea abejera Ophrys apifera de las sierras de Elche. Foto: José Carlos Antón.

Hay que destacar la existencia de seis especies que se pueden agrupar en dos géneros: Ophrys (5 especies) e Himantoglossum (1 especie). Las primeras son las llamadas orquídeas abejeras por la estrategia reproductiva que poseen basada en engañar a machos de determinadas especies de avispas y abejas que confunden las flores de estas plantas con hembras de esas especies. Estas especies tratan de copular con la flor y en ese momento la planta le instala dos sacos cargados de polen en el abdomen de la abeja con los que polinizará otras orquídeas.

Orquídea abejera rosada Ophrys tenthredinifera de las sierras de Elche. Foto: Pablo Perales.

En el Pantano de Elche podemos encontrar la abejera amarilla Ophrys lutea, la orquídea espejo de venus Ophys speculum, la abejera rosada Ophrys tenthredinifera, la abejera oscura Ophrys fusca y la orquídea abejera Ophrys apifera.

En el caso del género Himantoglossum está conformado por orquídeas de inflorescencias llamativas con gran poder de atracción hacia insectos himenópteros. En el Pantano de Elche podemos encontrar la orquídea gigante Himantoglossum robertianum.

Ambos tipos de orquídeas son especies que pasan todo el año en forma de bulbo y solamente durante los meses finales del invierno y primavera es cuando generan estructuras superficiales y florecen de manera extraordinaria y fugaz, no llegando a superar la flor más de un mes. Además, la gran mayoría de ellas son especies relativamente escasas y de pequeño tamaño, con la excepción de Himantoglossum robertianum, que llega a medir hasta un metro. Además, esta orquídea es una especie protegida, incluida en el Catálogo Valenciano de Especies Amenazadas como especie vigilada.

Espartales

Espartal formado casi en su totalidad de esparto Stipa tenacissima. Foto: Pablo Perales.

El espartal es un tipo de formación vegetal herbácea de porte medio que habita las zonas con mayor insolación del monte. Se encuentra formada mayoritariamente por el esparto Stippa tenacissima una gramínea de mediano tamaño cuya floración se produce generalmente en abril. Este hábitat se extiende por todas las áreas termófilas del mediterráneo y está especialmente presente en enclaves con alta termicidad.

A pesar de tratarse de una formación vegetal autóctona, gran parte de los espartales que se conocen en la actualidad fueron potenciados por el hombre con la plantación de esta especie o la exclusión de otras, al tratarse, hasta hace poco tiempo, de una planta con un importante potencial socioeconómico desde la antigüedad.

Tanto es así que los romanos llamarían Spartaria a los territorios comprendidos en el sureste ibérico, haciendo alusión a las grandes extensiones de montes y sierras donde el esparto era el principal protagonista de la comunidad vegetal. Todavía hoy se aprovecha esta planta para hacer desde calzado hasta aperos para las labores agrícolas, sin embargo, este aprovechamiento ha pasado a formar parte del oficio de cada vez menos artesanos, generalmente de elevada edad, que salvaguardan la tradición y el arraigo que generaba el aprovechamiento del monte en las sociedades pasadas.

Pinares Mediterráneos

Pinares de repoblación a base de pino carrasco Pinus halepensis del Pantano de Elche. Foto: Pablo Perales.

Este interesante ambiente está presente en todas las sierras y montes perimetrales al Pantano de Elche. Se trata de un ambiente fruto de las repoblaciones monoespecíficas de pino carrasco Pinus halepensis realizados a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en todo el sureste ibérico con el objetivo de recuperar la cubierta vegetal y el control hidrológico-forestal. Esta especie autóctona de árbol se ha convertido la especie más abundante de árbol tanto en el Pantano y sierras de Elche como en todo el sureste semiárido, sin embargo, algunas de las plantaciones que se hicieron no han prosperado como deberían al situarse en zonas de solana donde los árboles han adoptado un tamaño ínfimo a pesar de tener más de medio centenar de años e incluso muchos han muerto en episodios de fuertes sequías.

En las umbrías y en los fondos de barranco de los montes cercanos al Barranco de Barbasena y la Peña del Águila se conservan algunos rodales de pinos con buen porte que además acompañan una buena muestra de especies formadoras del sotobosque mediterráneo como la coscoja Quercus coccifera, el aladierno Rhamnus alaternus o diversas especies de jaras Cistus sp. entre otros que aportan una mayor complejidad y heterogeneidad a los rodales de pinar. Estas zonas son las que presentan una comunidad biológica más representativa del pinar mediterráneo debido a las mejores condiciones ecológicas de los mismos.

Araares Tetraclinis articulata plantados en el Pantano. Foto: Pablo Perales.

Aunque se trata de una especie introducida en las mencionadas repoblaciones, la abundancia y vigorosidad de los ejemplares de araar o ciprés de Cartagena Tetraclinis articulata que han sido plantados en las sierras es digna de mención. Esta especie de árbol de extraordinaria adaptación a la aridez es una especie que podría verse favorecida con el proceso de cambio climático acelerado que se está produciendo, pudiendo aumentar en abundancia en el Pantano en un futuro próximo. Evidencia de ello es el haber registrado su reproducción de manera silvestre en los montes periféricos al Pantano.

Referencias y Bibliografía:

Este contenido está basado en elaboración propia y en referencias y bibliografía complementaria.

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